viernes, 16 de febrero de 2024

FELIPE ZEGARRA Y LA PASTORAL UNIVERSITARIA


Fuente: Punto Edu

Querido Felipe, hoy se cumple un mes de tu partida y, aunque sabemos que estás en modo pascual, se te extraña muchísimo. Me he puesto a leer escritos tuyos como una manera de navegar por tu ausencia. En ese camino, recuperé un breve documento de 2018 o 2019, que presentaste en una reunión de los profesores de teología para, en tus palabras, “promover la reflexión sobre nuestro accionar en la relación con los estudiantes PUCP y otros…”.

Allí nos invitabas a “formar personas íntegras, capaces de un desarrollo humano cada vez más pleno, en los que los conocimientos científicos y humanistas tiendan al ‘saber vivir’, a una cultura sapiencial”. Para ello, proponías desarrollar progresivamente una pastoral universitaria con fundamentos teológicos, que aprenda a acompañar los procesos de maduración integral (afectiva, racional, relacional, psicológica, sexual, etc.) de los jóvenes, para ayudarlos a “dar razón de su esperanza” (1 Pe 3,15) y suscitar en ellas y ellos un compromiso con los otros y con la realidad del Perú. Tal opción exigía “salir a su encuentro, pasar el tiempo con ellos, escuchar, acompañar, interpelar, intercambiar, favoreciendo experiencias de Dios”.

Desde tu experiencia, alertabas de no optar por modelos y recetas simplonas, tomando distancia de la “pastoral del engreimiento” que evita la confrontación seria de los jóvenes con sus procesos de maduración y compromiso, así como de la “pastoral de manual, moralista y autorreferencial”, que se pierde en la lógica del mérito y del autoperfeccionamiento alienante, que huye del encuentro con el otro y el mundo.

Estas palabras eran de advertencia, pero también en ellas afloraba tu fe profunda y sencilla en el Evangelio de la gratuidad, donde la experiencia de descubrirse amado incondicionalmente moviliza a asumir la libertad personal y el autoconocimiento como proyecto de autorrealización en comunión con los otros y al servicio de la justicia, la fraternidad y el bienestar de todos. Querido Felipe, siempre viviste enraizado en lo fundamental del discipulado cristiano y es lo que te esforzaste por transmitir a tus colegas, a tus estudiantes, a tus amigos, a todo el que pasó por tu camino. Es, también, lo que quisiste subrayar como central para la pastoral universitaria y la labor docente.

Gracias, querido Felipe, “amigo de los caballos”, amigo de la PUCP, “amigo de medio mundo”, porque aún desde lejos, tu palabra y tu vida seguirá inspirándonos a quienes habitamos la universidad como hombres y mujeres de fe para responder a Aquel quien nos amó primero (1 Jn 4,19) en el servicio y el acompañamiento a los jóvenes universitarios.